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Matisse y la Alhambra 1910-2010. Madrid: Tf Editores, 2010. p. 190, il. 98; El mantón de Manila llega a nuestro país como objeto exótico procedente de Oriente en la llamada Nao o Nave de Manila desde principios del siglo XIX. A pesar de su nombre, la manufactura es china, especialmente de la zona de Cantón, en donde a partir de mediados de siglo XIX hubo varios talleres que comerciaban con Europa. El mantón se comenzó a usar a principios del siglo XIX con la moda imperio, como prenda para cubrirse los hombros. Aunque la tipología es europea, la manufactura y los materiales son chinos (tafetanes o rasos de seda bordados con hilos de seda lasa). El mantón siguió incorporándose a la indumentaria femenina a lo largo del siglo XIX y principios del XX. Su tamaño varía desde los pequeños, en torno a los 80 centímetros, a los más grandes, de 180 centímetros más los flecos, realizados en macramé, que son añadido europeo. La cronología es difícil de precisar pero está relacionada con la evolución, tamaño y color de los motivos. La primera etapa se caracteriza por el uso de motivos orientales, como el sapo o las redes, de difícil asimilación por los europeos, que pronto cambia a decoraciones más occidentales con motivos como peonías, glicinias, aves exóticas, dragones o grupos de personajes y arquitecturas (pagodas, puentes, etc.). El uso del mantón de Manila en España estaba muy extendido tanto en las clases altas como en las menos pudientes: buena prueba de ello es que es una prenda que se ha mantenido en uso, ya más folclórico o popular (no hay que olvidar que se lleva en varios trajes populares, como el de la chulapa madrileña). La moda del mantón ha quedado inmortalizada en múltiples retratos tanto de pintores españoles (Zuloaga, Sorolla, etc.) como extranjeros; el realizado por Matisse es uno de los más conocidos. Ana Cabrera Lafuente .
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Matisse y la Alhambra 1910-2010. Madrid: Tf Editores, 2010. p. 190, il. 98; El mantón de Manila llega a nuestro país como objeto exótico procedente de Oriente en la llamada Nao o Nave de Manila desde principios del siglo XIX. A pesar de su nombre, la manufactura es china, especialmente de la zona de Cantón, en donde a partir de mediados de siglo XIX hubo varios talleres que comerciaban con Europa. El mantón se comenzó a usar a principios del siglo XIX con la moda imperio, como prenda para cubrirse los hombros. Aunque la tipología es europea, la manufactura y los materiales son chinos (tafetanes o rasos de seda bordados con hilos de seda lasa). El mantón siguió incorporándose a la indumentaria femenina a lo largo del siglo XIX y principios del XX. Su tamaño varía desde los pequeños, en torno a los 80 centímetros, a los más grandes, de 180 centímetros más los flecos, realizados en macramé, que son añadido europeo. La cronología es difícil de precisar pero está relacionada con la evolución, tamaño y color de los motivos. La primera etapa se caracteriza por el uso de motivos orientales, como el sapo o las redes, de difícil asimilación por los europeos, que pronto cambia a decoraciones más occidentales con motivos como peonías, glicinias, aves exóticas, dragones o grupos de personajes y arquitecturas (pagodas, puentes, etc.). El uso del mantón de Manila en España estaba muy extendido tanto en las clases altas como en las menos pudientes: buena prueba de ello es que es una prenda que se ha mantenido en uso, ya más folclórico o popular (no hay que olvidar que se lleva en varios trajes populares, como el de la chulapa madrileña). La moda del mantón ha quedado inmortalizada en múltiples retratos tanto de pintores españoles (Zuloaga, Sorolla, etc.) como extranjeros; el realizado por Matisse es uno de los más conocidos. Ana Cabrera Lafuente .
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